¿Qué significa para mí dominar en
el contexto BDSM? ¿Qué espero de este rol? En este texto, únicamente hablo de mi
experiencia y mis propias expectativas, sin que pretenda en ningún
modo ser un texto didáctico, o que de alguna manera dicte qué y cómo deben
comportarse los demás. Para mí, el BDSM, al igual que otras artes, es un camino
de búsqueda muy personal, donde no todos encontramos lo mismo porque no todos
buscamos ni caminamos los mismos lugares. De ahí que la interpretación de cada
quien para mi es igual de respetuosa y válida, según sólo la autenticidad y
compromiso que cada uno hace consigo mismo. Así pues, sólo comparto mi camino y mis
encuentros, mis hallazgos.
Así pues, para mí, dominar en el
ámbito BDSM es algo cercano a un artista, a un músico o un escultor más
concretamente, puesto que tu pareja pone en tus manos su sumisión para algo,
por algo. Nadie adopta un rol sumiso desinteresadamente. De igual forma, nadie
toma un rol dominante sin ningún interés. Es obvio que ambos buscamos algo,
fundamentalmente placer. El placer, que puede ser interpretado desde muy
distintas formas, evidentemente, pero que a final de cuentas se resume en algo
que nos conforta, que nos hace sentir gozo e incluso felicidad. De ahí que se
da una relación dialéctica entre sumisa y amo (o sumiso y ama y las variantes más
diversas en que exista un intercambio de poder). El sumiso obtiene placer al
someterse a su amo. Al obedecerle y complacerle. Pero de igual forma, el amo
busca justamente producir ese placer en su sometida o sometido. No se golpea en
contra de la voluntad de la persona, sino porque sabemos justamente que eso le
da placer a nuestra pareja. En ese sentido, no buscamos como dominantes, al
menos no yo, hacer un daño o producir un dolor sin otro objetivo que el dolor
mismo. No. Lo que se busca es generar en nuestra sumisa un mar de sensaciones,
emociones y hasta de experiencias que le permitan llegar no solo al gozo sino a
la felicidad y, por qué no, a la liberación. Liberación del líbido, pero
también, liberación del deseo en su sentido más espiritual, psicológico y hasta
estético.
Tener una sumisa en mis manos,
independientemente de las técnicas que utilice, significa que me han depositado
su voluntad, sus deseos y fantasías, para que yo produzca justamente una
experiencia en esa persona. Una experiencia desde el roce de su piel, su
cabello, hasta el éxtasis más frenético y más profundo, o la entrega más
absoluta en un momento muy cercano a la devoción.
George Bataille nos habla en “Las
lágrimas de eros” cómo la pulsión erótica y la pulsión de muerte pueden llegar
en un momento dado a fundirse para provocar una experiencia ciertamente mística
y liberadora. No solo de los tabúes personales, sino incluso en un sentido más
profundo, de nuestro propio ser, revelándonos ciertas verdades místicas reservadas
en los antiguos cultos mistéricos, por ejemplo. Y es, en ese sentido, que mi
papel como dominante es conducir a mi sumisa a dicha revelación, a dicho
encuentro. En un camino que, por supuesto, no es personal sino en conjunto. De
tal suerte que se dé la dialéctica de la que hablaba arriba, su placer es mi
placer y viceversa. Su liberación es la mía. Puesto que el camino que recorremos,
independientemente del rol que cumplamos, es el mismo, son las dos caras de la
misma moneda.
Así pues, no domino sobre la
nada, sino a partir y con una persona real, concreta, que tiene miedos y
fantasías personales, que debo entender y descubrir, para producir esas
sensaciones y experiencias que busco. Y en ese sentido es que se convierte en “la
materia moldeable” para que como una escultura, se libere la figura que está en
el fondo de la roca. Y así como el músico verdadero entiende que ningún
instrumento es igual a otro, aunque parezcan los mismos, me esmero en entender
quién y cómo es la mujer que tengo en mis manos. Qué pasa si toco tal punto,
qué tipo de sonido produce, qué tipo de nota sale de su ser. Qué tipo de música
tiene en su interior y hasta dónde puede llegar. Pero de igual manera que el
músico, al tocar su instrumento, al ejecutar su sinfonía, él mismo se está
liberando en este proceso. Él mismo está viviendo su propio camino de
sublimación, placer y liberación espiritual, estética y psicológica, como
habíamos dicho antes.
Es en ese sentido que
personalmente entiendo la dominación BDSM como un arte, como una acción
encaminada no sólo a producir un placer sexual, sino erótico. Algo que
comprometa lo más profundo de nuestro ser. Un camino de encuentro y liberación
conjunta.