viernes, 9 de junio de 2017

LA DOMINACIÓN BDSM COMO ARTE

¿Qué significa para mí dominar en el contexto BDSM? ¿Qué espero de este rol? En este texto, únicamente hablo de mi experiencia y mis propias expectativas, sin que pretenda en ningún modo ser un texto didáctico, o que de alguna manera dicte qué y cómo deben comportarse los demás. Para mí, el BDSM, al igual que otras artes, es un camino de búsqueda muy personal, donde no todos encontramos lo mismo porque no todos buscamos ni caminamos los mismos lugares. De ahí que la interpretación de cada quien para mi es igual de respetuosa y válida, según sólo la autenticidad y compromiso que cada uno hace consigo mismo. Así pues, sólo comparto mi camino y mis encuentros, mis hallazgos.

Así pues, para mí, dominar en el ámbito BDSM es algo cercano a un artista, a un músico o un escultor más concretamente, puesto que tu pareja pone en tus manos su sumisión para algo, por algo. Nadie adopta un rol sumiso desinteresadamente. De igual forma, nadie toma un rol dominante sin ningún interés. Es obvio que ambos buscamos algo, fundamentalmente placer. El placer, que puede ser interpretado desde muy distintas formas, evidentemente, pero que a final de cuentas se resume en algo que nos conforta, que nos hace sentir gozo e incluso felicidad. De ahí que se da una relación dialéctica entre sumisa y amo (o sumiso y ama y las variantes más diversas en que exista un intercambio de poder). El sumiso obtiene placer al someterse a su amo. Al obedecerle y complacerle. Pero de igual forma, el amo busca justamente producir ese placer en su sometida o sometido. No se golpea en contra de la voluntad de la persona, sino porque sabemos justamente que eso le da placer a nuestra pareja. En ese sentido, no buscamos como dominantes, al menos no yo, hacer un daño o producir un dolor sin otro objetivo que el dolor mismo. No. Lo que se busca es generar en nuestra sumisa un mar de sensaciones, emociones y hasta de experiencias que le permitan llegar no solo al gozo sino a la felicidad y, por qué no, a la liberación. Liberación del líbido, pero también, liberación del deseo en su sentido más espiritual, psicológico y hasta estético.

Tener una sumisa en mis manos, independientemente de las técnicas que utilice, significa que me han depositado su voluntad, sus deseos y fantasías, para que yo produzca justamente una experiencia en esa persona. Una experiencia desde el roce de su piel, su cabello, hasta el éxtasis más frenético y más profundo, o la entrega más absoluta en un momento muy cercano a la devoción.

George Bataille nos habla en “Las lágrimas de eros” cómo la pulsión erótica y la pulsión de muerte pueden llegar en un momento dado a fundirse para provocar una experiencia ciertamente mística y liberadora. No solo de los tabúes personales, sino incluso en un sentido más profundo, de nuestro propio ser, revelándonos ciertas verdades místicas reservadas en los antiguos cultos mistéricos, por ejemplo. Y es, en ese sentido, que mi papel como dominante es conducir a mi sumisa a dicha revelación, a dicho encuentro. En un camino que, por supuesto, no es personal sino en conjunto. De tal suerte que se dé la dialéctica de la que hablaba arriba, su placer es mi placer y viceversa. Su liberación es la mía. Puesto que el camino que recorremos, independientemente del rol que cumplamos, es el mismo, son las dos caras de la misma moneda.



Así pues, no domino sobre la nada, sino a partir y con una persona real, concreta, que tiene miedos y fantasías personales, que debo entender y descubrir, para producir esas sensaciones y experiencias que busco. Y en ese sentido es que se convierte en “la materia moldeable” para que como una escultura, se libere la figura que está en el fondo de la roca. Y así como el músico verdadero entiende que ningún instrumento es igual a otro, aunque parezcan los mismos, me esmero en entender quién y cómo es la mujer que tengo en mis manos. Qué pasa si toco tal punto, qué tipo de sonido produce, qué tipo de nota sale de su ser. Qué tipo de música tiene en su interior y hasta dónde puede llegar. Pero de igual manera que el músico, al tocar su instrumento, al ejecutar su sinfonía, él mismo se está liberando en este proceso. Él mismo está viviendo su propio camino de sublimación, placer y liberación espiritual, estética y psicológica, como habíamos dicho antes.


Es en ese sentido que personalmente entiendo la dominación BDSM como un arte, como una acción encaminada no sólo a producir un placer sexual, sino erótico. Algo que comprometa lo más profundo de nuestro ser. Un camino de encuentro y liberación conjunta.

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